martes, 4 de junio de 2013

LECTURAS COMPLEMENTARIAS 9° BIM II

Los milenarios, un nuevo mercado

(Fragmento)

Se mueven por el mundo cerrando negocios y sus dispositivos móviles son su herramienta. Los hijos de los llamados Baby boomers —los nacidos tras la Segunda Guerra Mundial— son la primera generación que nunca conoció la vida antes del Internet. Y como son una parte creciente de la fuerza laboral, las compañías que los emplean, así como los hoteles, aerolíneas y otras empresas relacionadas con viajes que les prestan servicios, están teniendo que cambiar la forma en que les hablan, cómo trabajan con ellos y la manera en que les venden.

Este grupo —clasificado como aquellos menores de 32 años y conocidos como “milenarios”— conforma alrededor del 20 por ciento de la población adulta y el 13 por ciento de las reservaciones de hoteles en viajes de negocios. Además, sus cifras en periplos comerciales aumentaron más del 40 por ciento en el 2011 respecto a un año antes, según datos de la firma D.K. Shifflet & Associates.

“Los viajeros de negocios más jóvenes son menos propensos a seguir las políticas por el gusto de las políticas”, dijo Evan Konwiser, un emprendedor de tecnología de viajes.

“Gira mucho más en torno a comprar al mayoreo y querer ser parte del equipo y comprender el panorama general”. Esto es lo que María Chevalier, gerente de viajes corporativos en HewlettPackard, encontró después de completar un estudio de seis meses sobre los cerca de 100 000 viajeros de negocios de su compañía. “Con estas generaciones más jóvenes, uno se tiene que comunicar más frecuentemente, pero en formatos más cortos”, dijo.(...)

Chevalier dijo que su desafío era encontrar formas de transmitir rápidamente pequeñas porciones de información sobre cómo seguir las políticas de viaje de la compañía, lo que beneficia su resultado final.

“Era más probable que los ‘milenarios’ respondieran a un correo electrónico rápido o a un mensaje de texto que a un video en línea de una hora de duración sobre reglas y regulaciones”, afirmó. (...)

ÁVILA, Ricardo. Los milenarios, un nuevo mercado. En: Portafolio, Bogotá: (4, jul., 2012).


Las ideas medievales de Cristóbal Colón en su viaje a la India

(Fragmento)

La famosa Época de los Descubrimientos de los siglos XV-XVI sirvió para avanzar sensiblemente en el terreno tecnológico y cultural, desmitificando y corrigiendo muchos de los errores que se mantuvieron durante los largos siglos de la Edad Media. Sin embargo, los viejos prejuicios no desaparecieron inmediatamente. Cristóbal Colón llevó consigo en sus viajes, entre sus ilusiones de comercio y sus innovadoras teorías de navegación, muchos de estos prejuicios, algunos de los cuales desencadenaron una nueva mitología del Nuevo Mundo.

Como es sabido, Cristóbal Colón representa bien el modelo del hombre moderno. Como otros hombres de su época, el Almirante combina paradigmáticamente la mentalidad del científico, en cuanto cuestiona e investiga los conocimientos que posee, con la del hombre de negocios, en cuanto que precisa del sentido práctico para llevar a cabo su proyecto.

Los Cuadernos de Viajes de Colón demuestran su avidez de lectura y cómo ha puesto sus conocimientos al servicio de su expedición hacia la India. Sin embargo, simultáneamente, Colón es víctima de una serie de interpretaciones que le ligan más con la tradición del pasado medieval que con la de los nuevos tiempos. La combinación, pues, de criterios que enjuician el conocimiento científico (y lo actualizan) con elementos míticos o erróneos según las lecturas de su formación da como resultado una curiosa mezcla de innovación y tradición que caracteriza a Cristóbal Colón.

Por la relevancia histórica de su "descubrimiento" (estamos de acuerdo en que más acertadamente habría que hablar de "encuentro"), la figura de Colón ha sido tan traída y llevada que de algún modo se ha convertido en una figura mítica. Algunas noticias que se saben a nivel popular sobre Colón son sencillamente falsas. Por ejemplo, el hecho de que Colón viajaba para demostrar la redondez de la Tierra es una falacia que arranca de la biografía que escribió con tintes románticos Washington Irving y que el cine ha difundido recientemente entre el público de forma generalizada.

Los Cuadernos de Viajes transparentan la formación de Colón, y así apreciamos nosotros que Colón lo redacta con espíritu crítico y moderno, casi humanístico. Aquí encontramos citados sus lecturas sobre ciencias naturales y geografía, libros de viajes y la Biblia. Entre los primeros destacan sus lecturas de Ptolomeo (en la versión latina de alguno de sus comentaristas), al que incluso corrige en alguna ocasión, y también la Historia natural de Plinio, citado muchas veces. Además de estos libros, que evidentemente eran ya clásicos en época de Colón, el almirante había leído con interés la Historia rerum ubique gestarum de Eneas Silvio Piccolomini (Papa Pío II) y la Imago mundi del cardenal Pierre d'Ailly (Petrus de Alliaco) -ambos autores del siglo XV-, como demuestran las casi 1800 notas que Colón hizo en los márgenes de sendos ejemplares. En cuanto a libros de viajes, la crónica de Marco Polo debió de ser uno de los libros favoritos de Colón. Las notas de lectura que hizo en su ejemplar demuestran que Marco Polo es la fuente de la que sabe qué es lo que puede depararle su viaje a Oriente, qué es lo más caro y extraordinario para establecer negocios y cuáles son las zonas y vicisitudes de mayor peligro. Cuando fuera allá lo comprobaría...

Nada más poner el pie en tierra, el Almirante procura saber dónde se halla. En la descripción que hace de los primeros hombres que encuentra, Colón hace referencia precisamente al color de la piel:

Jueves, 12 de octubre de 1492: "Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide más de una farto moça, y todos los que yo vi eran mançebos, que ninguno vide de edad de más de XXX años, muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras, (...) d'ellos son de color de los canarios, ni negros ni blancos..."

El color de estos indígenas debió de ser para Colón uno de los primeros indicios para ubicarse, pues él debía saber por los comentarios de Ptolomeo que cuanto más al sur más negros son los habitantes. El hecho del color de la piel es como una prueba de que no se halla en el hemisferio sur. He aquí que sea casi la primera referencia que da de los mismos. Colón insiste hasta el final de su cuarto viaje en considerar que había llegado a la India, aunque a un lugar poco concurrido. En realidad, éstos debían ser taínos, que "para el lingüista son pueblos de lengua arawak, emparentados con los indígenas de Venezuela". En este primer contacto, se muestra claramente que los errores que comete Colón por pensar que se halla en Oriente (es decir, en la tierra del Gran Can, según sus lecturas de Marco Polo) se ahondan por los problemas de comunicación:

Martes, 30 de octubre de 1492: "Los indios que ivan en la caravela Pinta dixeron que detrás de aquel cabo avía un río y del río a Cuba avía cuatro jornadas; y dixo el capitán de la Pinta que entendía que esta Cuba era çiudad y que aquella tierra era firme muy grande, que va mucho al Norte, y qu'el rey de aquella tierra tenía guerra con el Gran Can, al cual ellos llamaban Cami, y a su tierra o ciudad, Faba y otros muchos nombres"

Sin duda, la voz Cami que emplearon los indígenas -aquí quizás castellanizada- fue asociada por el almirante a la voz Gran Can. Teniendo en cuenta los problemas de comunicación con aquellos indios de lengua extraña y difícil, Colón fue víctima de más de un error de interpretación marcado por los prejuicios que disponía su mente o imaginación. Hay otro lugar no menos significativo:

Jueves, 1 de noviembre de 1492: "El Almirante no vido a alguno d'ellos oro, pero dize el Almirante que vido a uno d'ellos un pedaço de plata labrado colgado a la nariz, que tuvo por señal que en la tierra avía plata. Dixeron por señas que antes de tres días vernían muchos mercaderes de la tierra dentro a comprar de las cosas que allí llevan los cristianos y darían nuevas del rey de aquella tierra, el cual, según se pudo entender por las señas de davan, qu'estava de allí cuatro jornadas, porque ellos avían enbiado muchos por toda la tierra a le hazer saber el Almirante. 'Esta gente' dize el Almirante, (...) 'Toda la lengua también es una y todos amigos, y creo que sean todas esta islas, y que tengan guerra con el Gran Chan, a que ellos llaman Cavila y a la poblaçion Bafan. Y así andan también desnudos como los otros"

Cuando finalmente se toma conciencia de que la tierra hallada por Cristóbal Colón es un Nuevo Mundo, las plumas de los eruditos corren para justificar que ni las Escrituras, ni los sabios clásicos ni los teólogos padres de la Iglesia estaban confundidos en sus afirmaciones. José de Acosta (1540-1600) tituló significativamente alguno de los capítulos de su Historia natural y moral de las Indias: "Del motivo que tuvo san Agustín para negar los antípodes" (cap.VIII); "De la opinión que tuvo Aristóteles carca del Nuevo Mundo, y qué es lo que le engañó para negarle" (cap.IX); "Que se halla en los antiguos alguna noticia de este Nuevo Mundo" (cap.XI); etc. Por lo tanto, de los errores se derivaron otros errores que enmendaban los primeros.

Oscar de la Cruz Palma, Universitat Autónoma de Barcelona, /bib.cervantesvitual.com.

La tierra que atardece.

La gran matriz cultural de la “summa” que ahora somos fue en sus comienzos y aún continúa siendo mítica. Produciendo el denominado “descubrimiento” del Nuevo Mundo, de la imaginación americana, compelida a nombrar el asombro del acontecimiento, brotó la crónica donde quedaron registrados los viajes y los desembarcos, las travesías y las descripciones del paisaje, el talante, porte y proporción de los cuerpos humanos que salían al paso del primer hallazgo y encuentro, los animales inéditos, las plantas y las costumbres.

Décadas más tarde, sobre el sereno paisaje conquistado se imponía la colonia. Devino así un barroco colonial “de transplante” en el acto desnaturalizado de sí mismo pero igualmente en ese mismo momento enriquecido por causa de la matriz mítica y mestiza originaria en el barroco infiltrado. En nuestro caso es un barroco sin antecedentes, gótico, que impregnó tanto la arquitectura de lo sagrado como la lengua de lo profano. Ante los portentos, propuestas y soluciones trascendentes y cósmicas de la arquitectura aborigen, la Colonia respondió como un barroco de artesanos populares, de cuyas manos brotaron muy pronto ángeles mestizos y vírgenes coquetas, fachadas de iglesia que parecían confituras y dulces batidos. Barroco lúdico y a veces casi ebrio, ya nunca más el barroco europeo.

Vinieron más tarde los movimientos de la independencia, y con ellos el advenimiento de lo romántico europeo, pero aquí de nuevo entre nosotros lo romántico se sumerge en su “matriz” receptora, ahora en el siglo XIX, por supuesto aún más compleja y abigarrada aunque nunca en el sentido lineal sino más bien concéntrico, a la manera de una gran “summa” sin eliminaciones. Por lo que “lo romántico” entre nosotros devino mucho más como actitud y gesto de coyuntura entre la dominación hispánica y las condiciones de existencia política y social de la época, que como movimiento filosófico o estético de “reacción” frente a los supuestos atropellos de la razón.

Fernando Cruz Kronfly, La tierra que atardece, Editorial Planeta

SOMOS CONSCIENTES DE NUESTROS MALES


…Tuvo que transcurrir un siglo para que los españoles conformaran el estado colonial, con un solo nombre, una sola lengua y un solo dios. Sus límites y su división política de doce provincias eran semejantes a los de hoy. Esto dio por primera vez la noción de un país centralista y burocratizado, y creó la Ilusión de una unidad nacional en el sopor de la Colonia. Ilusión pura, en una sociedad que era un modelo oscurantista de discriminación racial y violencia larvada, bajo el manto del Santo Oficio. Los tres o cuatro millones de indios que encontraron los españoles estaban reducidos a no más de un millón por la crueldad de los conquistadores y las enfermedades desconocidas que trajeron consigo. Pero el mestizaje era ya una fuerza demográfica incontenible. Los miles de esclavos africanos, traídos por la fuerza para los trabajos bárbaros de minas y haciendas, habían aportado una tercera dignidad al caldo criollo, con nuevos rituales de imaginación y nostalgia, y otros dioses remotos. Pero las leyes de Indias habían impuesto patrones milimétricos de segregación según el grado de sangre blanca dentro de cada raza: mestizos de distinciones varias, negros esclavos, negros libertos, mulatos de distintas escalas. Llegaron a distinguirse hasta dieciocho grados de mestizos, y los mismos blancos españoles segregaron a sus propios hijos como blancos criollos.



Los mestizos estaban descalificados para ciertos cargos de mando y gobierno y otros oficios públicos, o para ingresar en colegios y seminarios. Los negros carecían de todo, inclusive de un alma, no tenían derecho a entrar en el cielo ni en el infierno, y su sangre se consideraba impura hasta que fuera decantada por cuatro generaciones de blancos. Semejantes leyes no pudieron aplicarse con demasiado rigor por la dificultad de distinguir las intrincadas fronteras de las razas, y por la misma dinámica social del mestizaje, pero de todos modos aumentaron las tensiones y la violencia raciales. Hasta hace pocos años no se aceptaban todavía en los colegios de Colombia a los hijos de uniones libres. Los negros, Iguales en la ley, padecen todavía de muchas discriminaciones, además de las propias de la pobreza….



…Somos conscientes de nuestros males, pero nos hemos desgastado luchando contra los síntomas mientras las causas se eternizan. Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, hecha más para esconder que para clarificar, en la cual se perpetúan vicios originales, se ganan batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que nunca merecimos. Pues nos complacemos en el ensueño de que la historia no se parezca a la Colombia en que vivimos, sino que Colombia termine por parecerse a su historia escrita (…) Tal vez una reflexión más profunda nos permitiría establecer hasta qué punto este modo de ser nos viene de que seguimos siendo en esencia la misma sociedad excluyente, formalista y ensimismada de la Colonia. Tal vez una más serena nos permitiría descubrir que nuestra violencia histórica es la dinámica sobrante de nuestra guerra eterna contra la adversidad. Tal vez estemos pervertidos por un sistema que nos incita a vivir como ricos mientras el cuarenta por ciento de la población malvive en la miseria, y nos ha fomentado una noción instantánea y resbaladiza de la felicidad: queremos siempre un poco más de lo que ya tenemos, más y más de lo que parecía imposible, mucho más de lo que cabe dentro de la ley, y lo conseguimos como sea: aun contra la ley.



Conscientes de que ningún gobierno será capaz de complacer esta ansiedad, hemos terminado por ser incrédulos, abstencionistas e ingobernables, y de un individualismo solitario por el que cada uno de nosotros piensa que sólo depende de sí mismo. Razones de sobra para seguir preguntándonos quiénes somos, y cuál es la cara con que queremos ser reconocidos en el tercer milenio…



Gabriel García Márquez, Discurso en la ceremonia de entrega de la Misión de Ciencia y Desarrollo, El espectador, sábado 23 de julio, 1994, pág. 12 A.

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