martes, 6 de noviembre de 2012

CUESTIONARIO EVABIM IV 9°


CUESTIONARIO EVABIM IV 9°

1.  ¿Cuál es el la principal obra literaria del periodo precolombino? Justifique su respuesta.

2. ¿Qué son y que caracteriza las crónicas de indias?

3. ¿Cuáles fueron las tres regiones donde se organizaron las civilizaciones precolombinas más destacadas, antes de la llegada de los españoles al continente americano?

4.  ¿Son las culturas precolombinas politeístas? Justifique su respuesta.

5.  ¿Qué significa el concepto vanguardia artística?

6.  ¿Cuáles fueron las principales vanguardias en América latina?

7.  Indique a través de un esquema las características, autores y obras de cada una de las vanguardias mencionadas anteriormente.

8. Indique a través de un esquema las características, autores y obras de la literatura precolombina, de la conquista, la colonia y la emancipación.

9. Diseñe una línea del tiempo que incluya los hechos históricos más relevantes del siglo XIX y XX.

10. ¿Cuáles son las principales características del Boom de la literatura latinoamericana?

11. Redacte un texto de carácter argumentativo, de por lo menos una cuartilla, coherente, cohesivo, concordante y con ortografía, cuyo tema  sea la vida y obra de un autor latinoamericano.

LECTURAS COMPLEMENTARIAS 9° BIM IV


LECTURAS COMPLEMENTARIAS 9° BIM IV

Ciudad y Literatura
La ciudad puede ser perfectamente un tema literario, escogido por el interés o la necesidad de un autor determinado. Ahora pululan escritores que se autodenominan o son señalados por alguna "crítica" como escritores urbanos. No obstante, considero que muchos de ellos tan sólo se acercan de manera superficial a ese calificativo y lo hacen equívocamente al pretender referirse a la ciudad a través de una mera nominación de calles, de bares en esas calles, de personajes en esos bares de esas calles, como si la descripción más o menos pormenorizada de esas pequeñas geografías nos develara una ciudad en toda su complejidad.
La ciudad es, en sí misma, un tema literario. Además, es el escenario donde transcurren y han transcurrido miles y miles de historias de hombres y mujeres. La ciudad es la materia prima de los sueños y las pesadillas del hombre moderno, el paisaje en el cual se han formado sentimental e intelectualmente muchas generaciones de narradores en todo el mundo.
Esa condición de escenario ambulante y permanente hace que la ciudad sea casi un imperativo temático o, mejor, el espacio natural de la imaginación narrativa contemporánea. Por supuesto que existen otros temas y otros imaginarios, distintos a los urbanos; pero quiero señalar de forma especial la impresionante presencia de lo citadino en la literatura y, en este caso, primordialmente en la cuentística universal del presente siglo.
Frente a la pregunta de qué es lo urbano en literatura, habría que contestar que urbano no es necesariamente lo que sucede o acontece dentro de la urbe. Una narración puede ubicarse legítimamente en la ciudad pero estar refiriéndose a una forma de pensar, actuar y expresarse rural o ajena al universo comprendido por lo urbano. Esto último, lo urbano, posee sus maneras específicas de manifestarse, sus lenguajes, sus problemáticas singulares: en definitiva, un universo particular. En consecuencia se podría afirmar que la narrativa urbana es aquella que trata sobre los temas y los comportamientos que ha generado el desarrollo de lo urbano, y siempre a través de unos lenguajes peculiares. Esta definición no pretende ser exhaustiva ni excluyente, pero es útil para delimitar ese universo esquivo y manoseado de lo urbano.
(Tomado de: TAMAYO S., Guido L. Prólogo al texto Cuentos urbanos. Colección El Pozo y el Péndulo, Bogotá: Panamericana, 1999.)

EN EL REINO DE LO FANTÁSTICO
En estos días se han estado conociendo las propuestas de diversos autores al Premio Nobel de Literatura, también habrían de mencionarse aquellos que a pesar de tener una obra inigualable y quizás hasta de mayor significación que muchos de los premiados, por razones que escapan a la comprensión de todos, nunca fueron tomados en cuenta por la Academia Sueca de la Lengua para el otorgamiento de este galardón. Entre estos grandes despreciados se encuentran los máximos representantes de la literatura fantástica, los sudamericanos Jorge Luis Borges, el más universal de los escritores en castellano, y José Donoso.
Uno de los mayores desaciertos de la Academia Sueca fue su reiterada actitud de no premiar a Jorge Luis Borges, quien dejó una de las obras más exquisitas en cuanto a su calidad y profundidad, a la vez que se manifestó en los más diversos géneros literarios, como un conjunto único de ingenio, inteligencia y perfección expresiva.
La literatura de Borges simboliza la literatura de la fantasía como un recurso de la inteligencia, en que ordena sus planteamientos dentro de un criollismo que sólo tenía su interpretación a través de lo metafísico, de aquello que escapa a una explicación común y coherente para conducirnos a un total escepticismo.
El escritor narra en la mayoría de sus relatos desde la primera persona, para ir descifrando los laberintos mentales del hombre, y dentro del género asumirlos como propios en la contemplación de una realidad mentalizada en que perviven los mitos y se incorpora la utopía.
En sus últimos tiempos para acompañar su vejez le llega la ceguera, dificultad que le ayuda a conocer los matices silenciosos de la oscuridad y adentrarse en su propio mundo en un proceso de interiorización para develar sus misterios y convocar sus fantasmas en la luminosa llama de sus palabras. Su vida se convirtió desde entonces en un sueño interminable en el que la realidad sólo tenía espacio en su recuerdo personal. No podía escribir por sus propias manos, sólo requisaba en su mente fértil los instrumentos que desde su oscuridad le permitieran descubrir los enigmas de la vida del hombre a través de sus propios fantasmas.
La obra de Borges se basa en la inteligencia crítica, donde la imaginación y la fantasía se presentan como elementos definitivos en su justificación de la existencia, cuando recurre a la fórmula schopenhaueriana de que “toda negligencia es deliberada, todo casual encuentro una cita, toda humillación una penitencia, todo fracaso una misteriosa victoria, toda muerte un suicidio”.
La mejor definición de Borges la realiza él mismo, cuando expresa: “Se me pregunta a menudo cuál es mi mensaje: la respuesta más obvia es que no tengo mensaje. No soy ni pensador ni moralista, sino simplemente un hombre de letras que convierte sus propias perplejidades y el respetable sistema de perplejidades que llamamos filosofía en formas de literatura”.
Por otra parte, un poco más joven pero envuelto en el mismo manto de la literatura fantástica, la obra del chileno José Donoso se sitúa entre las más connotadas de los narradores latinoamericanos contemporáneos. En sus obras la imaginación sustituye a la realidad, cuando esta última pasa a ser un mero elemento de referencia para el lector. Un rico lenguaje de imágenes y símbolos se convierte en su elemento esencial de expresión. La metamorfosis de sus personajes busca calcar la sociedad de una manera degenerada, cuando utiliza ese elemento kafkiano, de transmutar los entes para convertirlos en especímenes inesperados.
El obsceno pájaro de la noche, la obra más importante de Donoso, resulta ser la descripción de un mundo social que degenera en un mundo monstruoso del que la lógica y la razón desaparecen, donde la realidad se convierte en trampa, perspectiva falsa, actitud y hecho inexplicable.
(Tomado de: Reyes Sánchez, Miguel. La creación literaria en el siglo XX. República Dominicana: Ediciones 2.000.)


Los chicos que nacieron viejos

Caminaba hoy por la calle Rivadavia, a la altura de Membrillar, cuando vi en una esquina a un muchacho con cara de "jovie": la punta de los faldones del gabán tocándole los zapatos; las manos sepultadas en el bolsillo; el "fungi" abollado y la grandota nariz pálida como lloviéndole sobre el mentón. Parecía un viejo, y sin embargo no tendría más de veinte años... Digo veinte años y diría cincuenta, porque esos eran los que representaba con su esgunfiamiento de mascarón chino y sus ojos enturbiados como los de un antiguo lavaplatos. Y me hizo acordar de un montón de cosas, incluso de los chicos que nacieron viejos, que en la escuela ya...
Esos pebetes... esos viejos pebetes que en la escuela llamábamos "ganchudos" --¿por qué nacerán chicos que desde los cinco años demuestran una pavorosa seriedad de ancianos?- y que concurren a la clase con los cuadernos perfectamente forrados y el libro sin dobladuras en las páginas.
Podría asegurar, sin exageración, que si queremos saber cuál será el destino de un chico no tendremos nada más que revisar su cuaderno, y eso nos servirá para profetizar su destino.
Problema brutal e inexplicable porque uno no puede saber qué diablos es lo que tendrá ese nene en el "mate"; ese nene que a los quince años va al primer año del colegio nacional enfundado en un sobretodo y que hasta mezquino y tacaño de sonrisa resulta, y después, algunos años más tarde, lo encontramos y siempre serio nos bate que estudia de escribano o de abogado, y se recibe, y sigue serio, y está de novio y continúa grave como un Digesto Municipal; y se casa, y el día que se casa, cualquiera diría que asiste al fallecimiento de un señor que dejó de pagarle los honorarios...
No se hicieron la rata. ¡Nunca se hicieron la rata! Ni en el colegio ni en el Nacional. De más está decir que jamás perdieron una tarde en el café de la esquina jugando al billar. No. Cuando menos o cuando más, o a lo más, las diversiones que se permitieron fue acompañar a las hermanas al cine, no todos los días, sino de vez en cuando.
Pero el problema no es éste de si cuando grandes jugaron o no al billar, sino por qué nacieron serios. Los culpables, ¿quiénes son? ¿El padre o la madre? Porque hay purretes que son alegres, joviales y burlones, y otros que ni por broma sonríen; chicos que parecen estar embutidos en la negrura de un traje curialesco, chicos que tienen algo de sótano de una carbonería complicado con la afectuosidad de un verdugo en decadencia. ¿A quiénes hay que interrogar? ¿a los padres o a las madres?
Fijándose un poco en los susodichos nenes, se observa que carecen de alegría como si los padres, cuando los encargaron a París, hubieran estado pensando en cosas amargas y aburridas. De otra forma no se explica esa vida esgunfiada que los chicos almacenan como un veneno echado a perder.
Y tan echado a perder que pasan entre las cosas más bonitas de la creación con gesto enfurruñado. Son tipos que únicamente gustan de las mujeres, del mismo modo que los cerdos de las trufas, y en sacándolos de eso no baten ni medio.
Sin embargo las teorías más complicadas fallan cuando se trata de explicar la psicología de estos menores. Hay señoras que dicen, refiriéndose a un hijo desabrido:
- Yo no sé a "quién" sale tan serio. Al padre, no puede ser, porque el padre es un badulaque de marca mayor. ¿A mí? A mí tampoco.
Chicos pavorosos y tétricos. Chicos que no leyeron nunca El corsario negro, ni Sandokán. Chicos que jamás se enamoraron de la maestra (tengo que escribir una nota sobre los chicos que se enamoran de la maestra); chicos que tienen una prematura gravedad de escribano mayor; chicos que no dicen malas palabras y que hacen sus deberes con la punta de la lengua entre los dientes; chicos que siempre entraron a la escuela con los zapatos perfectamente lustrados y las uñas limpias y los dientes lavados; chicos que en la fiesta de fin de año son el orgullo de las maestras que los exhiben con sus peinados a la cola y gomina; chicos que declaman con énfasis reglamentado y protocolar el verso A mi bandera; chicos de buenas calificaciones; chicos que del Nacional van a la Universidad, y de la Universidad al Estudio, y del Estudio a los Tribunales, y de los Tribunales a un hogar congelado con esposa honesta, y del hogar con esposa honesta y un hijo bandido que hace versos, a la Chacarita... ¿Para qué habrán nacido estos hombres serios? ¿Se puede saber? ¿Para qué habrán nacido estos menores graves, estos colegiales adustos?

Roberto Godofredo Christophersen Arlt (1900-1942) cursó la escuela primaria hasta tercer grado, obligado desde niño a ejercitar distintos empleos y oficios, hasta que dio con el periodismo. Trabajó en el diario Crítica y en El Mundo, donde continuó la tradición costumbrista iniciada por Fray Mocho y el español Mariano José de Larra. En 1926, publicó su primera novela, El juguete rabioso, seguida de Los siete locos (1929), Los lanzallamas (1931) y El amor brujo (1932); dos volúmenes de cuentos: El jorobadito (1933) y El criador de gorilas (1941); ocho obras de teatro, como Saverio, el cruel y África; y dos antologías de sus artículos de costumbres, Aguafuertes porteñas y Aguafuertes españolas. Arlt pretendía escribir "libros que encierren la violencia de un 'cross' a la mandíbula". Como lector, no se puede menos que acusar el impacto.

Juntos
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible  absorber simultáneo  del aliento,  esa  instantánea  muerte  es bella.  Y hay una  sola saliva  y un  solo  sabor  a  fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Rayuela. Capitulo 7. Julio Cortázar

NUESTRA AMERICA

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que el quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar.
Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra. No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos.
Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.
(Jose Martí. Nuestra América. Barcelona: Ediciones Ariel 1970).

La tierra que atardece.

La gran matriz cultural de la “summa” que ahora somos fue en sus comienzos y aún continúa siendo mítica. Produciendo el denominado “descubrimiento” del Nuevo Mundo, de la imaginación americana, compelida a nombrar el asombro del acontecimiento, brotó la crónica donde quedaron registrados los viajes y los desembarcos, las travesías y las descripciones del paisaje, el talante, porte y proporción de los cuerpos humanos que salían al paso del primer hallazgo y encuentro, los animales inéditos, las plantas y las costumbres.

Décadas más tarde, sobre el sereno paisaje conquistado se imponía la colonia. Devino así un barroco colonial “de transplante” en el acto desnaturalizado de sí mismo pero igualmente en ese mismo momento enriquecido por causa de la matriz mítica y mestiza originaria en el barroco infiltrado. En nuestro caso es un barroco sin antecedentes, gótico, que impregnó tanto la arquitectura de lo sagrado como la lengua de lo profano. Ante los portentos, propuestas y soluciones trascendentes y cósmicas de la arquitectura aborigen, la Colonia respondió como un barroco de artesanos populares, de cuyas manos brotaron muy pronto ángeles mestizos y vírgenes coquetas, fachadas de iglesia que parecían confituras y dulces batidos. Barroco lúdico y a veces casi ebrio, ya nunca más el barroco europeo.

Vinieron más tarde los movimientos de la independencia, y con ellos el advenimiento de lo romántico europeo, pero aquí de nuevo entre nosotros lo romántico se sumerge en su “matriz” receptora, ahora en el siglo XIX, por supuesto aún más compleja y abigarrada aunque nunca en el sentido lineal sino más bien concéntrico, a la manera de una gran “summa” sin eliminaciones. Por lo que “lo romántico” entre nosotros devino mucho más como actitud y gesto de coyuntura entre la dominación hispánica y las condiciones de existencia política y social de la época, que como movimiento filosófico o estético de “reacción” frente a los supuestos atropellos de la razón.

Fernando Cruz Kronfly, La tierra que atardece, Editorial Planeta, 1988.

SOMOS CONSCIENTES DE NUESTROS MALES

…Tuvo que transcurrir un siglo para que los españoles conformaran el estado colonial, con un solo nombre, una sola lengua y un solo dios.  Sus límites y su división política de doce provincias eran semejantes a los de hoy.  Esto dio por primera vez la noción de un país centralista y burocratizado, y creó la Ilusión de una unidad nacional en el sopor de la Colonia.  Ilusión pura, en una sociedad que era un modelo oscurantista de discriminación racial y violencia larvada, bajo el manto del Santo Oficio.  Los tres o cuatro millones de indios que encontraron los españoles estaban reducidos a no más de un millón por la crueldad de los conquistadores y las enfermedades desconocidas que trajeron consigo.  Pero el mestizaje era ya una fuerza demográfica incontenible.  Los miles de esclavos africanos, traídos por la fuerza para los trabajos bárbaros de minas y haciendas, habían aportado una tercera dignidad al caldo criollo, con nuevos rituales de imaginación y nostalgia, y otros dioses remotos. Pero las leyes de Indias habían impuesto patrones milimétricos de segregación según el grado de sangre blanca dentro de cada raza: mestizos de distinciones varias, negros esclavos, negros libertos, mulatos de distintas escalas.  Llegaron a distinguirse hasta dieciocho grados de mestizos, y los mismos blancos españoles segregaron a sus propios hijos como blancos criollos.

Los mestizos estaban descalificados para ciertos cargos de mando y gobierno y otros oficios públicos, o para ingresar en colegios y seminarios.  Los negros carecían de todo, inclusive de un alma, no tenían derecho a entrar en el cielo ni en el infierno, y su sangre se consideraba impura hasta que fuera decantada por cuatro generaciones de blancos.  Semejantes leyes no pudieron aplicarse con demasiado rigor por la dificultad de distinguir las intrincadas fronteras de las razas, y por la misma dinámica social del mestizaje, pero de todos modos aumentaron las tensiones y la violencia raciales.  Hasta hace pocos años no se aceptaban todavía en los colegios de Colombia a los hijos de uniones libres.  Los negros, Iguales en la ley, padecen todavía de muchas discriminaciones, además de las propias de la pobreza….

…Somos conscientes de nuestros males, pero nos hemos desgastado luchando contra los síntomas mientras las causas se eternizan. Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, hecha más para esconder que para clarificar, en la cual se perpetúan vicios originales, se ganan batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que nunca merecimos. Pues nos complacemos en el ensueño de que la historia no se parezca a la Colombia en que vivimos, sino que Colombia termine por parecerse a su historia escrita (…) Tal vez una reflexión más profunda nos permitiría establecer hasta qué punto este modo de ser nos viene de que seguimos siendo en esencia la misma sociedad excluyente, formalista y ensimismada de la Colonia.  Tal vez una más serena nos permitiría descubrir que nuestra violencia histórica es la dinámica sobrante de nuestra guerra eterna contra la adversidad.  Tal vez estemos pervertidos por un sistema que nos incita a vivir como ricos mientras el cuarenta por ciento de la población malvive en la miseria, y nos ha fomentado una noción instantánea y resbaladiza de la felicidad: queremos siempre un poco más de lo que ya tenemos, más y más de lo que parecía imposible, mucho más de lo que cabe dentro de la ley, y lo conseguimos como sea: aun contra la ley. 

Conscientes de que ningún gobierno será capaz de complacer esta ansiedad, hemos terminado por ser incrédulos, abstencionistas e ingobernables, y de un individualismo solitario por el que cada uno de nosotros piensa que sólo depende de sí mismo.  Razones de sobra para seguir preguntándonos quiénes somos, y cuál es la cara con que queremos ser reconocidos en el tercer milenio…

Gabriel García Márquez, Discurso en la ceremonia de entrega de la Misión de Ciencia y Desarrollo, El espectador, sábado 23 de julio, 1994, pág. 12 A.

LECTURAS COMPLEMENTARIAS 10° BIM IV

LECTURAS COMPLEMENTARIAS 10° BIM IV




.....Capítulo VIII. .. ......



Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación.



En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo: y así como Don Quijote los vio, dijo a su escudero:



—La aventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes con quien piense hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojo comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente sobre la faz de la tierra



—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.



—Aquellos que allí ves —respondió su amo — de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas



—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las que volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.



—Bien parece —respondió Don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo, quítate de ahí y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.



Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento y no gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas:



—No fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.

De Cervantes Saavedra Miguel. Don Quijote de la Mancha. Barcelona. Edicomunicación S.A., 1990.

Es hielo abrasador, es fuego helado

Es hielo abrasador, es fuego helado,

es herida que duele y no se siente,

es un soñado bien, un mal presente,

es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,

un cobarde con nombre de valiente,

un andar solitario entre la gente,

un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,

que dura hasta el postrero paroxismo,

enfermedad que crece si es curada.

Este es el niño Amor, éste es tu abismo.

¡Mirad cual amistad tendrá con nada

el que en todo es contrario de sí mismo!

Francisco de Quevedo.

http://topicosclasicos.blogsome.com/2005/08/27/es-hielo-abrasador-es-fuego-helado/

A CIERTA DAMA QUE SE DEJABA VENCER DEL INTERÉS ANTES QUE DEL GUSTO

Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,

La sangre de su pecho vierte en vano,

Vende Lice a un decrépito indïano

Por cien escudos la mitad del lecho.

¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,

Sabiendo que halla ya paso más llano,

La bolsa abierta, el rico pelicano,

Que el pelícano pobre, abierto el pecho?

Interés, ojos de oro como gato,

Y gato de doblones, no Amor ciego,

Que leña y plumas gasta, cient arpones

Le flechó de la aljaba de un talego.

¿Qué Tremecén no desmantela un trato,

Arrimándole al trato cient cañones?

Luis de Góngora. (1.608).



Tirada 1



1.

El Cid convoca a sus vasallos; éstos se destierran con él.

Adiós del Cid a Vivar.

(Envió a buscar a todos sus parientes y vasallos,

y les dijo cómo el rey le mandaba salir de todas sus tierras

y no le daba de plazo más que nueve días y que quería saber

quiénes de ellos querían ir con él y quiénes quedarse.)



A los que conmigo vengan que Dios les dé muy buen pago;

también a los que se quedan contentos quiero dejarlos.

Habló entonces Álvar Fáñez, del Cid era primo hermano:

"Con vos nos iremos, Cid, por yermos y por poblados;

no os hemos de faltar mientras que salud tengamos,

y gastaremos con vos nuestras mulas y caballos

y todos nuestros dineros y los vestidos de paño,

siempre querremos serviros como leales vasallos."

Aprobación dieron todos a lo que ha dicho don Álvaro.

Mucho que agradece el Cid aquello que ellos hablaron.

El Cid sale de Vivar, a Burgos va encaminado,

allí deja sus palacios yermos y desheredados.



Los ojos de Mío Cid mucho llanto van llorando;

hacia atrás vuelve la vista y se quedaba mirándolos.

Vio como estaban las puertas abiertas y sin candados,

vacías quedan las perchas ni con pieles ni con mantos,

sin halcones de cazar y sin azores mudados.

Y habló, como siempre habla, tan justo tan mesurado:

"¡Bendito seas, Dios mío, Padre que estás en lo alto!

Contra mí tramaron esto mis enemigos malvados".



http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/esp/cid/cid01.htm



UNA FÁBRICA DE MONSTRUOS EDUCADÍSIMOS.



VICTOR FRANK



Compaginado por. JUAN URIEL RIAÑO SIACHOQUE

DOCENTE-INVESTIGADOR UNIVERSIDAD LIBRE.

CORDIDADOR I.E.D ANTONIO BARAYA J.T



Hay en mi vida algo que difícilmente olvidaré. En 1.948, siendo yo en si un chiquillo, tuve la fortuna o la desgracia de visitar el campo de concentración de Dacha. Entonces apenas se hablaba de estos campos, que acababan de “descubrirse”, recién finalizada la segunda guerra mundial.

Ahora todos los hemos visto en miles de películas de cine y de televisión. Pero en aquellos tiempos un descubrimiento de aquella categoría podía destrozar los nervios de un muchacho. Estuve efectivamente varios días sin poder dormir. Pero más que aquellos horrores me impresionó algo que por aquellos días leí, escrito por una antigua residente del campo. Maestra de escuela. Comentaba que aquellas cámaras de gas habían sido construidas por ingenieros especialistas. Que las inyecciones letales las ponían médicos o enfermeros titulados. Que niños recién nacidos eran asfixiados por asistentes sanitarios muy competentes, que mujeres y niños habían sido fusilados por gentes con estudios. Por doctores y licenciados. Y concluía: “Desde que me di cuenta de esto, sospecho de la educación que estamos impartiendo”.

Efectivamente hechos como los del campo de concentración y otros muchos que siguen produciéndose obligan a pensar que la educación no hace descender los grados de barbarie de la humanidad. Que pueden existir monstruos educadísimos. Que un título ni garantiza la felicidad del que lo posee, ni la piedad de sus actos. Que no es absolutamente cierto que el aumento del nivel de cultura garantice un mayor equilibrio social o un clima más pacífico en las comunidades. Que no es verdad que la barbarie sea hermana gemela de la incultura. Que la cultura sin bondad puede engendrar otro tipo de monstruosidad más refinada, pero no por ello menos monstruosa. Y tal vez más.

¿Estoy, con ello, defendiendo la incultura, incitando a los muchachos a dejar de sus estudios, diciéndoles que no pierdan el tiempo en alguna carrera? ¡Dios me libre! Pero si estoy diciéndoles que me sigue asombrando que en los años escolares se enseñe a niños y a jóvenes todo menos lo esencial: El arte de ser felices, la asignatura de amarse y respetarse los unos a los otros, la carrera de asumir el dolor y no tener miedo a la muerte, la milagrosa ciencia de conseguir una vida llena de vida.

No tengo nada contra las matemáticas, ni contra el griego, pero ¡Qué maravilla si los profesores que trataron de metérmelos en la mollera, para que a estas alturas se me haya olvidado el noventa y nueve por ciento de lo que aprendí, me hubieran también hablado de sus vidas, de sus esperanzas de lo que a ellos les había venido enseñando el tiempo y el dolor! ¡Qué milagro si mis maestros hubieran abierto ante el niño que yo era, sus almas y no sólo sus libros!

Me asombro hoy pensando que, salvo rarísimas excepciones, nunca supe nada de mis profesores. ¿Quiénes eran?, ¿Cómo eran? ¿Cuáles eran sus ilusiones, sus fracasos, sus esperanzas? Jamás me abrieron sus almas. Aquello “hubiera sido pérdida de tiempo”. ¡Ellos tenían que explicarme los fraccionarios, que seguramente les parecían infinitamente más importantes!



Y así es como resulta que las cosas verdaderamente esenciales uno tiene que irlas aprendiendo por casualidad, como robadas.

Como decía un personaje de Diego Fabri; y que las cosas esenciales son imposibles de enseñar, porque han de aprenderse con las propias uñas; pero no había sido malo que al menos, no nos hubieran querido meter en la cabeza que lo esencial era lo que ellos nos enseñaban. De nada sirve tener un título de médico, de abogado, de cura o de ingeniero si uno sigue siendo egoísta, si luego te quiebras ante el primer dolor, si eres esclavo del qué dirán o de la obsesión por el prestigio, si crees que se puede caminar por el mundo pisando a los demás.

Al final siempre es lo mismo: Al mundo le ha crecido, como un flemón*, el carrillo del progreso y de la ciencia intelectual, y sigue subdesarrollado en su aspecto moral y ético. Y la clave puede estar en esta educación que olvida lo esencial y luego se sorprende de los resultados obtenidos en las instituciones de formación y en las universidades.

*Flemón: (Del lat. phlegmon, -ōnis, y este del gr. φλεγμονή). m. Med. Inflamación aguda del tejido celular en cualquier parte del cuerpo.



PAISAJE DE LA MULTITUD QUE VOMITA

(ANOCHECER EN CONEY ISLAND)

La mujer gorda venía delante

arrancando las raíces y mojando el pergamino de los tambores;

la mujer gorda

que vuelve del revés los pulpos agonizantes.

(…)

Llegaban los rumores de la selva del vómito

con las mujeres vacías, con niños de cera caliente,

con árboles fermentados y camareros incansables

que sirven platos de sal bajo las arpas de la saliva.

Sin remedio, hijo mío, ¡vomita! No hay remedio.

No es el vómito de los húsares sobre los pechos de la prostituta,

ni el vómito del gato que se tragó una rana por descuido.

Son los muertos que arañan con sus manos de tierra

las puertas de pedernal donde se pudren nublos y postres.

(…)

yo, poeta sin brazos, perdido

entre la multitud que vomita,

sin caballo efusivo que corte

los espesos musgos de mis sienes.

Pero la mujer gorda seguía delante

y la gente buscaba las farmacias

donde el amargo trópico se fija.

Sólo cuando izaron la bandera y llegaron los primeros canes

la ciudad entera se agolpó en las barandillas del embarcadero.

Federico García Lorca

New York, 29 de diciembre de 1929.



A un periodista de los de nuevo cuño, de estos que designamos con el exótico nombre de repórter, de estos que corren tras de la información, como el galgo a los alcances de la liebre, y persiguen el incendio, la bronca, el suicidio, el crimen cómico o trágico, el hundimiento de un edificio y cuantos sucesos afectan al orden público y a la justicia en tiempos comunes o a la higiene en días de epidemia, debo el descubrimiento de la casa de huéspedes de la tía Chanfaina (en la fe de bautismo Estefanía), situada en una calle cuya mezquindad y pobreza contrastan del modo más irónico con su altísono y coruscante nombre: Calle de las Amazonas. los que no estén hechos a la eterna guasa de Madrid, la ciudad (o villa) del sarcasmo y las mentiras maleantes, no pararán mientes en la tremenda fatuidad que supone rótulo tan sonoro en calle tan inmunda, ni se detendrán a investigar qué amazonas fueron esas que la bautizaron, ni de dónde vinieron, ni qué demonios se les había perdido en los Madroñales del Oso. He aquí un vacío que mi erudición se apresura a llenar, manifestando con orgullo de sagaz cronista que en aquellos lugares hubo en tiempos de Maricastaña un corral de la Villa, y que de él salieron a caballo, aderezadas a estilo de las heroínas mitológicas, unas comparsas de mujeronas que concurrieron a los festejos con que celebró Madrid la entrada de la reina doña Isabel de Valois. Y dice el ingenuo avisador coetáneo, a quien debo estas profundas sabidurías: "Aquellas hembras, buscadas ad hoc, hicieron prodigios de valor en las plazas y calles de la Villa, por lo arriesgado de sus juegos, equilibrios y volteretas, figurando los guerreros cogerlas del cabello y arrancarlas del arzón para precipitarlas en el suelo." Memorable debió ser este divertimiento, porque el corral se llamó desde entonces de las Amazonas, y aquí tenéis el glorioso abolengo de la calle, ilustrada en nuestros días por el establecimiento hospitalario y benéfico de la tía Chanfaina.

Tengo yo para mí que las amazonas de que habla el cronista de Felipe II, muy señor mío, eran unas desvergonzadas chulapas del siglo XVI; mas no sé con qué vocablo las designaba entonces el vulgo. Lo que sí puedo asegurar es que desciende de ellas, por línea de bastardía, o sea por sucesión directa de hembras marimachos sin padre conocido, la terrible Estefanía la del Peñón, Chanfaina, o como demonios se llame. Porque digo con toda verdad que se me despega de la pluma, cuando quiero aplicárselo, el apacible nombre de mujer, y que me bastará dar conocimiento a mis lectores de su facha, andares, vozarrón, lenguaje y modos para que reconozcan en ella la más formidable tarasca que vieron los antiguos Madriles y esperan ver los venideros.

Galdós Pérez Benito. Nazarín. En: Net Knoeledge. Conocimiento en red. Gimnasio Los Pinos. 2011



:: Recuerdo infantil ::

Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel

se representa a Caín

fugitivo, y muerto Abel

junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco

truena el maestro, un anciano

mal vestido, enjuto y seco,

que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil

va cantando la lección:

mil veces ciento, cien mil,

mil veces mil, un millón.

Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de la lluvia en los cristales.

Antonio Machado

A una nariz

Érase un hombre a una nariz pegado,

érase una nariz superlativa,

érase una nariz sayón y escriba,

érase un peje espada muy barbado.



Era un reloj de sol mal encarado,

érase una alquitara pensativa,

érase un elefante boca arriba,

era Ovidio Nasón más narizado.



Érase un espolón de una galera,

érase una pirámide de Egipto,

las doce Tribus de narices era.



Érase un naricísimo infinito,

muchísimo nariz, nariz tan fiera

que en la cara de Anás fuera delito.



Francisco de Quevedo.