martes, 6 de noviembre de 2012

LECTURAS COMPLEMENTARIAS 10° BIM IV

LECTURAS COMPLEMENTARIAS 10° BIM IV




.....Capítulo VIII. .. ......



Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación.



En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo: y así como Don Quijote los vio, dijo a su escudero:



—La aventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes con quien piense hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojo comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente sobre la faz de la tierra



—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.



—Aquellos que allí ves —respondió su amo — de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas



—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las que volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.



—Bien parece —respondió Don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo, quítate de ahí y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.



Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento y no gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas:



—No fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.

De Cervantes Saavedra Miguel. Don Quijote de la Mancha. Barcelona. Edicomunicación S.A., 1990.

Es hielo abrasador, es fuego helado

Es hielo abrasador, es fuego helado,

es herida que duele y no se siente,

es un soñado bien, un mal presente,

es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,

un cobarde con nombre de valiente,

un andar solitario entre la gente,

un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,

que dura hasta el postrero paroxismo,

enfermedad que crece si es curada.

Este es el niño Amor, éste es tu abismo.

¡Mirad cual amistad tendrá con nada

el que en todo es contrario de sí mismo!

Francisco de Quevedo.

http://topicosclasicos.blogsome.com/2005/08/27/es-hielo-abrasador-es-fuego-helado/

A CIERTA DAMA QUE SE DEJABA VENCER DEL INTERÉS ANTES QUE DEL GUSTO

Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,

La sangre de su pecho vierte en vano,

Vende Lice a un decrépito indïano

Por cien escudos la mitad del lecho.

¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,

Sabiendo que halla ya paso más llano,

La bolsa abierta, el rico pelicano,

Que el pelícano pobre, abierto el pecho?

Interés, ojos de oro como gato,

Y gato de doblones, no Amor ciego,

Que leña y plumas gasta, cient arpones

Le flechó de la aljaba de un talego.

¿Qué Tremecén no desmantela un trato,

Arrimándole al trato cient cañones?

Luis de Góngora. (1.608).



Tirada 1



1.

El Cid convoca a sus vasallos; éstos se destierran con él.

Adiós del Cid a Vivar.

(Envió a buscar a todos sus parientes y vasallos,

y les dijo cómo el rey le mandaba salir de todas sus tierras

y no le daba de plazo más que nueve días y que quería saber

quiénes de ellos querían ir con él y quiénes quedarse.)



A los que conmigo vengan que Dios les dé muy buen pago;

también a los que se quedan contentos quiero dejarlos.

Habló entonces Álvar Fáñez, del Cid era primo hermano:

"Con vos nos iremos, Cid, por yermos y por poblados;

no os hemos de faltar mientras que salud tengamos,

y gastaremos con vos nuestras mulas y caballos

y todos nuestros dineros y los vestidos de paño,

siempre querremos serviros como leales vasallos."

Aprobación dieron todos a lo que ha dicho don Álvaro.

Mucho que agradece el Cid aquello que ellos hablaron.

El Cid sale de Vivar, a Burgos va encaminado,

allí deja sus palacios yermos y desheredados.



Los ojos de Mío Cid mucho llanto van llorando;

hacia atrás vuelve la vista y se quedaba mirándolos.

Vio como estaban las puertas abiertas y sin candados,

vacías quedan las perchas ni con pieles ni con mantos,

sin halcones de cazar y sin azores mudados.

Y habló, como siempre habla, tan justo tan mesurado:

"¡Bendito seas, Dios mío, Padre que estás en lo alto!

Contra mí tramaron esto mis enemigos malvados".



http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/esp/cid/cid01.htm



UNA FÁBRICA DE MONSTRUOS EDUCADÍSIMOS.



VICTOR FRANK



Compaginado por. JUAN URIEL RIAÑO SIACHOQUE

DOCENTE-INVESTIGADOR UNIVERSIDAD LIBRE.

CORDIDADOR I.E.D ANTONIO BARAYA J.T



Hay en mi vida algo que difícilmente olvidaré. En 1.948, siendo yo en si un chiquillo, tuve la fortuna o la desgracia de visitar el campo de concentración de Dacha. Entonces apenas se hablaba de estos campos, que acababan de “descubrirse”, recién finalizada la segunda guerra mundial.

Ahora todos los hemos visto en miles de películas de cine y de televisión. Pero en aquellos tiempos un descubrimiento de aquella categoría podía destrozar los nervios de un muchacho. Estuve efectivamente varios días sin poder dormir. Pero más que aquellos horrores me impresionó algo que por aquellos días leí, escrito por una antigua residente del campo. Maestra de escuela. Comentaba que aquellas cámaras de gas habían sido construidas por ingenieros especialistas. Que las inyecciones letales las ponían médicos o enfermeros titulados. Que niños recién nacidos eran asfixiados por asistentes sanitarios muy competentes, que mujeres y niños habían sido fusilados por gentes con estudios. Por doctores y licenciados. Y concluía: “Desde que me di cuenta de esto, sospecho de la educación que estamos impartiendo”.

Efectivamente hechos como los del campo de concentración y otros muchos que siguen produciéndose obligan a pensar que la educación no hace descender los grados de barbarie de la humanidad. Que pueden existir monstruos educadísimos. Que un título ni garantiza la felicidad del que lo posee, ni la piedad de sus actos. Que no es absolutamente cierto que el aumento del nivel de cultura garantice un mayor equilibrio social o un clima más pacífico en las comunidades. Que no es verdad que la barbarie sea hermana gemela de la incultura. Que la cultura sin bondad puede engendrar otro tipo de monstruosidad más refinada, pero no por ello menos monstruosa. Y tal vez más.

¿Estoy, con ello, defendiendo la incultura, incitando a los muchachos a dejar de sus estudios, diciéndoles que no pierdan el tiempo en alguna carrera? ¡Dios me libre! Pero si estoy diciéndoles que me sigue asombrando que en los años escolares se enseñe a niños y a jóvenes todo menos lo esencial: El arte de ser felices, la asignatura de amarse y respetarse los unos a los otros, la carrera de asumir el dolor y no tener miedo a la muerte, la milagrosa ciencia de conseguir una vida llena de vida.

No tengo nada contra las matemáticas, ni contra el griego, pero ¡Qué maravilla si los profesores que trataron de metérmelos en la mollera, para que a estas alturas se me haya olvidado el noventa y nueve por ciento de lo que aprendí, me hubieran también hablado de sus vidas, de sus esperanzas de lo que a ellos les había venido enseñando el tiempo y el dolor! ¡Qué milagro si mis maestros hubieran abierto ante el niño que yo era, sus almas y no sólo sus libros!

Me asombro hoy pensando que, salvo rarísimas excepciones, nunca supe nada de mis profesores. ¿Quiénes eran?, ¿Cómo eran? ¿Cuáles eran sus ilusiones, sus fracasos, sus esperanzas? Jamás me abrieron sus almas. Aquello “hubiera sido pérdida de tiempo”. ¡Ellos tenían que explicarme los fraccionarios, que seguramente les parecían infinitamente más importantes!



Y así es como resulta que las cosas verdaderamente esenciales uno tiene que irlas aprendiendo por casualidad, como robadas.

Como decía un personaje de Diego Fabri; y que las cosas esenciales son imposibles de enseñar, porque han de aprenderse con las propias uñas; pero no había sido malo que al menos, no nos hubieran querido meter en la cabeza que lo esencial era lo que ellos nos enseñaban. De nada sirve tener un título de médico, de abogado, de cura o de ingeniero si uno sigue siendo egoísta, si luego te quiebras ante el primer dolor, si eres esclavo del qué dirán o de la obsesión por el prestigio, si crees que se puede caminar por el mundo pisando a los demás.

Al final siempre es lo mismo: Al mundo le ha crecido, como un flemón*, el carrillo del progreso y de la ciencia intelectual, y sigue subdesarrollado en su aspecto moral y ético. Y la clave puede estar en esta educación que olvida lo esencial y luego se sorprende de los resultados obtenidos en las instituciones de formación y en las universidades.

*Flemón: (Del lat. phlegmon, -ōnis, y este del gr. φλεγμονή). m. Med. Inflamación aguda del tejido celular en cualquier parte del cuerpo.



PAISAJE DE LA MULTITUD QUE VOMITA

(ANOCHECER EN CONEY ISLAND)

La mujer gorda venía delante

arrancando las raíces y mojando el pergamino de los tambores;

la mujer gorda

que vuelve del revés los pulpos agonizantes.

(…)

Llegaban los rumores de la selva del vómito

con las mujeres vacías, con niños de cera caliente,

con árboles fermentados y camareros incansables

que sirven platos de sal bajo las arpas de la saliva.

Sin remedio, hijo mío, ¡vomita! No hay remedio.

No es el vómito de los húsares sobre los pechos de la prostituta,

ni el vómito del gato que se tragó una rana por descuido.

Son los muertos que arañan con sus manos de tierra

las puertas de pedernal donde se pudren nublos y postres.

(…)

yo, poeta sin brazos, perdido

entre la multitud que vomita,

sin caballo efusivo que corte

los espesos musgos de mis sienes.

Pero la mujer gorda seguía delante

y la gente buscaba las farmacias

donde el amargo trópico se fija.

Sólo cuando izaron la bandera y llegaron los primeros canes

la ciudad entera se agolpó en las barandillas del embarcadero.

Federico García Lorca

New York, 29 de diciembre de 1929.



A un periodista de los de nuevo cuño, de estos que designamos con el exótico nombre de repórter, de estos que corren tras de la información, como el galgo a los alcances de la liebre, y persiguen el incendio, la bronca, el suicidio, el crimen cómico o trágico, el hundimiento de un edificio y cuantos sucesos afectan al orden público y a la justicia en tiempos comunes o a la higiene en días de epidemia, debo el descubrimiento de la casa de huéspedes de la tía Chanfaina (en la fe de bautismo Estefanía), situada en una calle cuya mezquindad y pobreza contrastan del modo más irónico con su altísono y coruscante nombre: Calle de las Amazonas. los que no estén hechos a la eterna guasa de Madrid, la ciudad (o villa) del sarcasmo y las mentiras maleantes, no pararán mientes en la tremenda fatuidad que supone rótulo tan sonoro en calle tan inmunda, ni se detendrán a investigar qué amazonas fueron esas que la bautizaron, ni de dónde vinieron, ni qué demonios se les había perdido en los Madroñales del Oso. He aquí un vacío que mi erudición se apresura a llenar, manifestando con orgullo de sagaz cronista que en aquellos lugares hubo en tiempos de Maricastaña un corral de la Villa, y que de él salieron a caballo, aderezadas a estilo de las heroínas mitológicas, unas comparsas de mujeronas que concurrieron a los festejos con que celebró Madrid la entrada de la reina doña Isabel de Valois. Y dice el ingenuo avisador coetáneo, a quien debo estas profundas sabidurías: "Aquellas hembras, buscadas ad hoc, hicieron prodigios de valor en las plazas y calles de la Villa, por lo arriesgado de sus juegos, equilibrios y volteretas, figurando los guerreros cogerlas del cabello y arrancarlas del arzón para precipitarlas en el suelo." Memorable debió ser este divertimiento, porque el corral se llamó desde entonces de las Amazonas, y aquí tenéis el glorioso abolengo de la calle, ilustrada en nuestros días por el establecimiento hospitalario y benéfico de la tía Chanfaina.

Tengo yo para mí que las amazonas de que habla el cronista de Felipe II, muy señor mío, eran unas desvergonzadas chulapas del siglo XVI; mas no sé con qué vocablo las designaba entonces el vulgo. Lo que sí puedo asegurar es que desciende de ellas, por línea de bastardía, o sea por sucesión directa de hembras marimachos sin padre conocido, la terrible Estefanía la del Peñón, Chanfaina, o como demonios se llame. Porque digo con toda verdad que se me despega de la pluma, cuando quiero aplicárselo, el apacible nombre de mujer, y que me bastará dar conocimiento a mis lectores de su facha, andares, vozarrón, lenguaje y modos para que reconozcan en ella la más formidable tarasca que vieron los antiguos Madriles y esperan ver los venideros.

Galdós Pérez Benito. Nazarín. En: Net Knoeledge. Conocimiento en red. Gimnasio Los Pinos. 2011



:: Recuerdo infantil ::

Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel

se representa a Caín

fugitivo, y muerto Abel

junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco

truena el maestro, un anciano

mal vestido, enjuto y seco,

que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil

va cantando la lección:

mil veces ciento, cien mil,

mil veces mil, un millón.

Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de la lluvia en los cristales.

Antonio Machado

A una nariz

Érase un hombre a una nariz pegado,

érase una nariz superlativa,

érase una nariz sayón y escriba,

érase un peje espada muy barbado.



Era un reloj de sol mal encarado,

érase una alquitara pensativa,

érase un elefante boca arriba,

era Ovidio Nasón más narizado.



Érase un espolón de una galera,

érase una pirámide de Egipto,

las doce Tribus de narices era.



Érase un naricísimo infinito,

muchísimo nariz, nariz tan fiera

que en la cara de Anás fuera delito.



Francisco de Quevedo.











No hay comentarios:

Publicar un comentario